Por Clarisa Vittoni
—Estuve hablando con unas personas de Formosa —contó David, que siempre habla con mucha gente, de todos lados, sobre muchos proyectos.
—¿Ah, sí? ¡Qué bien! ¿Qué quieren?
—Que vayamos.
Al mes de ese comentario, ahí estábamos. La Secretaría de Ciencia y Técnica de la provincia de Formosa nos había convocado para que nos sumáramos a clubes digitales destinados a niñas, niños y adolescentes que funcionan allí desde el año pasado. En línea con el enfoque STEAM, la propuesta busca que los chicos «aprendan haciendo» y se acerquen a la robótica, el pensamiento computacional y la programación en espacios que fomentan el desarrollo de habilidades tecnológicas y la resolución de problemas mediante el juego, la exploración y la creatividad. Hoy funcionan dieciocho clubes digitales, divididos por edades y etapas de aprendizaje (exploradores, creadores e innovadores digitales), y distribuidos en distintas sedes a lo largo de toda la provincia. Están a cargo de facilitadores que, lejos de jerarquías verticalistas, actúan más bien como referentes y motores de inspiración de cada participante.
Las autoridades nos convocaron para incorporar a los clubes actividades vinculadas con inteligencia artificial. Tras varias reuniones de planificación con el equipo, planteamos primero una capacitación virtual sobre educación e IA para facilitadores, a cargo de Mariana Ferrarelli, y una propuesta presencial para los más chicos en un sistema de cuatro “postas” o “estaciones”.

En la primera posta, a cargo de Ezequiel Gentile Montes, replicaban las premisas del pensamiento computacional a través de una actividad desconectada, con marcas en el piso a modo de grilla con obstáculos, donde simulaban ser robot y programador; terminaban controlando un brazo robótico de manera remota, como si recogieran muestras del fondo del mar. Luego pasaban a la posta de escritura asistida con Calíope, facilitada por mí, Clarisa Vittoni, en el debut de nuestra interfaz en una actividad destinada a las infancias. Entre todos, primero en ronda y sentados en el piso, imaginaron una historia cuyos protagonistas eran los animales del fondo del mar (¡gracias, Conicet!) que habían visto en la posta anterior. Después, de a uno, tipearon el cuento en la “hoja en blanco” que ofrece Calíope, mientras le pedían preguntas para ver si cambiaban o no la idea original. Y como la música mejora todas las historias, en la siguiente posta los esperaba Sergio Paoletti para inventarle una canción con producer.ai, una herramienta de IA generativa para componer música. Eligieron los instrumentos, pensaron la letra y, por supuesto, la terminaron cantando en conjunto. La última posta, a cargo de David Coronel, era la de visuales: los chicos (¡y varios grandes!) le hablaban a la compu y le pedían una imagen. El sistema traducía la voz en texto, y luego una IA generaba e imprimía un dibujo para colorear que se llevaban a sus casas. La fila alrededor de la impresora era larguísima. Generaba mucha expectativa ver qué había entendido la máquina y qué imagen nos devolvía. Corroboramos que muchas veces el error es más divertido que la precisión y sentimos una ansiedad semejante a la de esa otra vida anterior, cuando íbamos a buscar las fotos reveladas a la casa de fotografía y no teníamos ni idea de cómo habíamos salido.
El turno de los adolescentes llegó dos días después, una mañana de un sábado inusualmente frío para la época. Nos reunimos con chicas y chicos que cursan el último año de escuelas secundarias técnicas y ya tienen en marcha proyectos en los que buscan aplicar la tecnología para solucionar principalmente problemáticas territoriales. Primero, cada grupo nos contó el proyecto en el que estaba trabajando, y después se sumaron a las distintas propuestas que habíamos llevado. Sergio les mostró cómo funcionaba producer.ai, con David conocieron los detalles técnicos del sistema de impresión por voz, Ezequiel estuvo a cargo del taller de robótica y programación, y conmigo se aventuraron a la escritura de historias asistidas por Calíope.
Lo que llevamos y lo que trajimos
“Queremos compartirles herramientas, pero también queremos llevarnos algo de la experiencia formoseña”, dijo David apenas llegamos. Y así fue. Además de mostrarles herramientas de IA y coordinar espacios lúdicos de aprendizaje, tal como imaginábamos, Formosa nos enseñó un montón. El primer día nos recibieron las autoridades provinciales, entre ellas, Diego Ortiz, Horacio Britez y Camilo Orrabalis, y nos invitaron a conocer las actividades del primer Centro de Ocupación Inclusivo (COI) ubicado en el barrio Emilio Tomás, inaugurado en julio de 2025, fruto del trabajo articulado entre la Dirección de Personas con Discapacidad del Ministerio de la Comunidad, la Secretaría de Ciencia y Tecnología, el Instituto Politécnico y la Empresa Provincial de Innovación y Conocimiento Abierto (ÉPICA). Allí adolescentes y personas adultas con discapacidad asisten a clubes de computación, carpintería, costura, huerta y cocina. Los integrantes del equipo de carpintería nos mostraron con mucho orgullo los productos que ellos mismos construyen y exponen en ferias barriales: escobillones con materiales reciclables, percheros, mesas y bancos. El equipo de costura nos compartió también algunas de sus producciones textiles y hacia el final del encuentro degustamos un budín de pan riquísimo, receta de los participantes del taller de cocina.
Presenciamos también la inauguración del club digital del barrio Antenor Gauna. Recorrimos el Polo Científico, Tecnológico y de Innovación y el Instituto Politécnico de Formosa, donde actualmente se dictan cuatro tecnicaturas superiores: química industrial, mecatrónica, telecomunicaciones y desarrollo de software multiplataforma. Como sabían que íbamos a visitar las instalaciones, alumnas y alumnos de la carrera de desarrollo de software prepararon un video en el que mostraban los avances de una aplicación en la que están trabajando. Se trata de un desarrollo con IA que detecta lugares vacíos en estacionamientos y agiliza así un proceso que suele resultar tedioso para todas las personas que se mueven en auto por las ciudades.

Ese mismo día, firmamos un convenio de colaboración con la Secretaría de Ciencia y Técnica y la empresa ÉPICA, y a la noche compartimos con los facilitadores de los clubes un espacio de reflexión sobre herramientas de IA para aplicar con sus grupos. Entre ellas, Mehmiro, otra de las herramientas que LAIA está ayudando a desarrollar. A la salida, fuimos al Canal 3 y nos entrevistaron en el programa «Modo Finde».

La intensidad de todas las actividades que hace poco más de dos años llevamos adelante con LAIA tergiversan un poco nuestra percepción del tiempo. Formosa no fue la excepción. No sabíamos muy bien si habían pasado solo tres días o cuatro meses; lo cierto es que todavía no nos habíamos ido, pero ya teníamos ganas de volver. El recibimiento, el trabajo apasionado, el compromiso y la atención constante de todos los formoseños que conocimos superó con creces nuestras expectativas. El viaje, además, reforzó nuestras convicciones respecto de la trascendencia de reducir las brechas tecnológicas, motivar a las infancias y adolescencias a que sean protagonistas de la transformación digital y trabajar en proyectos colectivos que promuevan el acceso a los derechos de cuarta generación, la democratización del conocimiento y la soberanía tecnológica.