Por Aníbal Rossi*

Encuentro cercano del tercer tipo

A fines de la década pasada, exactamente dos semanas después de conocerse el primer humano infectado de COVID 19, Jorge Carrión publicaba un artículo en The New York Times bajo el título “Un nuevo canon cultural en diez objetos”. Allí proponía el acrónimo OCVI (Objeto Cultural Vagamente Identificado) para referirse a nuevas formas narrativas y artísticas emergentes cuya presencia, dinámica e incipiente, se revela esquiva a la comprensión y clasificación. Según el autor, se trata de “criaturas digitales que aspiran a la viralidad y que no existirían sin las plataformas”, objetos que “se encuentran en un limbo entre la tendencia y la manifestación cultural ya consolidada”.  

Unas semanas atrás, mientras repasaba distraído la constelación de publicaciones en el feed de Instagram, tuve el primer avistaje de lo que considero (esa es la hipótesis de este texto) un nuevo Objeto Cultural Vagamente Identificado. Al principio se manifestó como otro cualquiera entre las fugaces presencias que a diario transitan por la pantalla de mi smartphone. Se trataba de una imagen con el aspecto de una pintura al óleo con un texto añadido. Me convencí de que se trataba de un meme que a falta del contexto necesario para entenderlo rápidamente (los memes son artefactos a prueba de impaciencia) no había logrado capturar mi atención. Indiferente, continué con el scroll.

Los memes son artefactos a prueba de impaciencia.

Unas pocas publicaciones más tarde di con una imagen similar, y luego con otra y otra… y otra. Apagué por un momento el piloto automático de mi pulgar y me detuve a pensar. Fue entonces que encontré un patrón: siempre una imagen al óleo, siempre un personaje triste en situaciones a veces absurdas y siempre un texto agregado cuyo remate era “el genio malinterpretó mi deseo”. Así llegó la confirmación de que ese objeto era un meme, y la sorpresa. Porque también era otra cosa. 

He aquí un ejemplar:

Imagen 1: Ejemplo del meme “El genio malinterpretó mi deseo”

“El genio malinterpretó mi deseo”, un meme generativo

Según Carrión la cultura, como todo fenómeno humano, se sostiene en un equilibrio entre la novedad y el reconocimiento, una dinámica que también abarca a los objetos culturales vagamente identificados. Por tanto, quizás sea prudente trazar la continuidad de este OCVI respecto de uno de sus antecedentes directos, el meme de internet.
En palabras de Henry Jenkins

Más que el contenido de la imagen, el “meme” en el corazón de este fenómeno de Internet es la estructura de la imagen en sí—la yuxtaposición, el inglés partido, y particularmente el uso del humor irreverente. Dado que el meme reposa en la estructura (…) la viabilidad del meme depende de la capacidad de la idea de ser adaptada a formas diferentes

Jenkins construye esta definición en oposición a dos nociones. Por un lado, la noción de lo snack como ese alimento (cultural) cuyo valor nutricional tiende a lo insignificante (cuando no a la intoxicación); y por otro, el concepto de lo viral, entendido como un efecto de contagio donde un mensaje se propaga rápidamente al entrar en contacto con diversos agentes receptores susceptibles. Según el autor, los memes de internet no se inscriben en ninguna oposición dualista entre baja/alta cultura, no carecen de valor: son cultura. Tampoco interpelan a entidades pasivas susceptibles de infección; todos los usuarios producen y recepcionan los memes desde la complejidad de la trama cultural que habitan y en función de la cual los leen, se los apropian y los ponen en circulación. Hasta allí la confirmación; vamos ahora por la sorpresa.

Para entender la singularidad de este objeto cultural habrá que atender, al menos, a dos cuestiones: el desplazamiento de la relevancia del archivo (entendido como reservorio disponible de recursos) y la intervención de la inteligencia artificial generativa (IAG) desde la remezcla (entendida como la práctica de utilizar obras ajenas o materiales existentes, recontextualizándolos para darles un nuevo significado) del prompt.

En cuanto al archivo, cabe señalar el cuantioso listado de sitios web que desde hace tiempo simplifican el proceso de realización de un meme. Todos funcionan con una estrategia similar donde ponen a disposición un catálogo de imágenes a modo de templates facilitando la intervención a partir de la disposición de campos variables de texto a ser completados. Incluso han emergido sitios que mediante la incorporación de IAG completan automáticamente los campos variables de las imágenes, restringiendo la intervención a introducir un prompt. “El genio malinterpretó mi deseo” difiere de este tipo de memes desde el momento en que no parte de una pieza cuya estructura debe ser primero reconocida y luego apropiada e intervenida. La participación de la IAG en la nueva especie memética desplaza la centralidad visible del archivo (ya no se usa una imagen preexistente) a la instancia subterránea e inaccesible de dataset de entrenamiento. La reutilización de la imagen es abandonada en favor de un Pierre Menard probabilístico que procesa un volumen inhumano de datos visuales dando como resultado una imagen sintética.

Esto nos deriva en la segunda cuestión, donde se impone destacar el carácter conceptual y generativo del nuevo objeto. Las reflexiones de Kenneth Goldsmith sobre la gestión del lenguaje digital, influenciadas por el concepto de genio no original de Perloff y el libro de los pasajes de Walter Benjamin (donde la no creatividad se transforma en práctica creativa), ofrecen perspectivas valiosas para comprender la naturaleza de esta novedad.

Estos escritores funcionan más como programadores que como escritores tradicionales, y abren así nuevas posibilidades de escritura; se toman en serio la máxima de Sol Lewitt: “Cuando un artista utiliza una forma de arte conceptual, significa que todo el plan y todas las decisiones se hacen con anticipación, y la ejecución es un asunto secundario. La idea se convierte en la máquina que genera arte”.   

En los memes de “El genio…” cada imagen es visualmente única pero conceptualmente similar.

En sintonía con estas ideas, Ethan Mollick en su libro Cointeligencia sugiere pensarnos en nuestras interacciones con la IAG como si fuéramos programadores, pero programadores en prosa. Las prácticas que configuran el OCVI al que prestamos atención extienden ese gesto, ya que al igual que los programadores se apropian de fragmentos de código y lo ponen en circulación, lo que aquí se trafica es el (cuasi) pseudocódigo de nuestras instrucciones. Al punto que hoy son bastante populares los sitios que funcionan como comunidades de código abierto de prompts. Incluso Anthropic, la empresa detrás de los modelos de lenguajes Claude, tiene su biblioteca de prompts.

Por otra parte, la accesibilidad masiva a la generación de imágenes mediante la versión gratuita de Chat GPT-4o fue un factor clave para la emergencia OCVI. A diferencia de tendencias como la aplicación del estilo Studio Ghibli a imágenes preexistentes, en los memes de “El genio…” cada imagen es visualmente única pero conceptualmente similar. Esto constituye una práctica novedosa: la producción masiva de memes desde el apropiacionismo del prompt. Me animo a ser más tajante, se trata del primer meme generativo.

Sesgos y expectativas frustradas procesados desde el humor

Los análisis de François Jost señalan que los memes (al igual que cualquier imagen, relato, etc.) pueden ser síntoma de otra cosa. Miedos, angustias y frustraciones colectivas se expresan, procesan y asimilan aún cuando la risa se congela, tal como lo indica la experiencia durante la pandemia de Covid-19.

En el universo memético Jost distingue entre variaciones y variantes. Las variantes son aquellas versiones que retoman la misma estructura sintáctica de un meme al tiempo que modifican su contenido. Por ejemplo, los siguientes dos ejemplares son variantes de la estructura (del prompt) de “El genio…”


Imagen 2: Variantes del meme “El genio malinterpretó mi deseo”

Las variaciones en cambio refieren a las diferentes formas de expresar la misma idea, el mismo tema o el mismo concepto. En esta línea “El genio…” opera como variación del tema expectativa vs realidad encarnada por incontables estructuras meméticas y, aunque no lo haga explícitamente, satiriza la decepción generada por la brecha entre las expectativas exacerbadas sobre los potenciales usos masivos de la IAG y la experiencia cotidiana del usuario promedio.


Imagen 3: Meme que ejemplifica la variación del tema “expectativa vs realidad”

Entre los factores que alimentan dicho desacople se podría señalar la predisposición a privilegiar los resultados por sobre los procesos. Mucho se ha insistido en que no es fructífero trasladar las expectativas de uso de un buscador a la interacción con los modelos de lenguaje (Chat GPT, Gemini, Claude, etc.), por varias razones, pero fundamentalmente porque aquellos no están diseñados para entablar un diálogo con el usuario. Lo que tiene sentido en un buscador, por ejemplo, escribir algunas palabras clave y clickear la opción buscar (o el botón “voy a tener suerte”) se convierte en una debilidad en nuestra relación con la IAG, algo que Mollick denomina dormirse al volante:

Dejar que la IA se haga con el mando, en lugar de utilizarla como una herramienta, puede perjudicar el aprendizaje humano, el desarrollo de habilidades y la productividad. Lo llamo dormirse al volante”. 

Dormirse al volante se traduce en pasividad asentada en la confianza de que algún sistema algorítmico omnisciente (bibliotecario/indexador con Google, genio de la lámpara con Chat GPT) cumpla mis deseos, con tan solo dar enter. Implica evitar la participación activa y crítica en el proceso de interacciones propuesto por la interfaz conversacional. Por otra parte, el exceso de literalidad (o la dificultad para elaborar la metáfora) junto con la tendencia de los modelos de IA a reproducir prejuicios o desigualdades presentes en los datos de entrenamiento (sesgos), podrían también contarse entre los factores que acrecientan el descalce señalado entre expectativas y realidad.

Proponemos la siguiente imagen como una muestra del tipo de desvío involuntario hacia el cual el meme generativo apunta indirectamente sus burlas. Allí se le pidió a una inteligencia artificial generativa que creara una imagen de “la madre Teresa de Calcuta luchando contra la pobreza en África”, pero “el genio malinterpretó el deseo”.

Imagen 4: Imagen producida por una inteligencia artificial generativa a partir del pedido de que creara una imagen de la madre Teresa de Calcuta luchando contra la pobreza en África.

Insistir en la ambivalencia

Puede resultar revelador articular una última conexión, esta vez con el surrealismo, que siempre ha sido muy agudo para observar y poner de manifiesto el descentramiento y la ambivalencia de nuestros procesos cognitivos. Esto requiere considerar por un momento una posible convergencia temática y una divergencia enunciativa entre la variación de “El genio…” y el óleo de 1936 de Salvador Dalí titulado El ropero antropomórfico. 

Imagen 5: Variación de “El genio…”

Imagen 6: Obra de Salvador Dalí El ropero antropomórfico

Mientras que en el primer caso el exceso de literalidad es elaborado desde la idea del desvío de un sentido clausurado, en el segundo se insiste en la potencia de lo ambiguo y lo problemático. ¿Es un ropero o es un cuerpo humano? En la obra, lo indecidible no se descarta, se trabaja y se insiste en ello. Algo de esa lucidez inconsciente de Dalí para habitar la tensión, la hibridez y la contradicción es lo que necesitamos hoy para corrernos de la inercia que nos empuja a problematizar nuestro vínculo con la IAG desde las ideas de reemplazo y sustitución (que tampoco hay que descartar del todo). 

Nos resta más y mejor experimentación y reflexión crítica desde la asunción de que la cognición humana es un emergente de la hibridación con la técnica. Mientras tanto el genio seguramente malinterpretará nuestros deseos… A disfrutar del síntoma.

* Magister en comunicación digital interactiva, docente, investigador. Coordinador del Laboratorio de Experimentación Tecnológica de la Universidad Nacional de Rosario.